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Algunas fotos favoritas

En mi columna Fronteras Abiertas, de este mes de enero en National Geographic Traveler, planteo a los lectores la idea de que es un error que los fotógrafos amateurs tratemos de imitar a los profesionales cuando hacemos fotos en nuestros viajes. “Lo importante es que aprendamos a desarrollar un lenguaje con el que nos sintamos a gusto. Hay gente que le tiene miedo a la cámara porque siente que sus fotos van a ser ridículas en comparación con las que vio en National Geographic Traveler. Eso es dejarse intimidar por el lenguaje de los profesionales. Las fotos del viaje de cada quien son únicas e irrepetibles cuando reflejan su experiencia”.

Para argumentar el punto, quise poner como ejemplo algunas imágenes mías que no ganarán un marco dorado en la exhibición World Press Photo, pero sí en la memoria de mis andanzas, y me ayudarán a ilustrar la historia cuando la cuente. Como sólo cupieron tres, en el texto prometí que en mi blog encontrarían algunas otras más, con un comentario al respecto. Aquí están, primero las que fueron publicadas en la revista, y luego otras más.

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Ésta es una de las que más me gustan. La hice en el Centro Arrupe de la ciudad de Battambang, en Camboya. La chica es Elena, una joven médica valenciana que concluía nueves meses de trabajar como voluntaria ayudando a víctimas de la guerra. El niño es Neng y perdió dos piernas y un brazo porque pisó una mina antipersonal enterrada muchos años atrás. Él jugaba a tomarme fotos con una mano y un muñón, y a saltarme encima. La mirada de ella derrite. Al ver la imagen, me da un poco de risa, me relajo, recuerdo el alboroto de los demás niños y me siento bajo el fresco de una sombra en un día de 40 grados de temperatura.

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Ésta es la China supuestamente comunista: bajo la mirada paternal del jefe Mao, cientos de millones mueren de hambre. Y otros se hacen estúpidamente ricos. Como en América Latina, pero todavía en mi adolescencia, algunos querían hacernos creer que China era el camino. Esta foto me devuelve a la sensación de coraje que me acompañó mientras recorría el Reino del Medio.

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La foto de folleto sólo mostraría Ciudad del Cabo con el fondo enorme de Table Mountain. Visite Sudáfrica, diría abajo. Pero lo que a mí me importaba era que Nelson Mandela hizo ese mismo trayecto décadas antes, cuando lo llevaban preso a la cárcel de isla Robben. Y que la bandera multicolor –la más bella de todas, para mí– refleja su retorno victorioso a tierra firme, el fin del régimen racista y la fundación de su “nación arcoiris”, de todas las razas. La foto me entusiasma y me llena de esperanza, con brisa marina y una pizca de mareo.

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India es alucinante para tomar fotos. Aunque uno sea muy pero muy burro, en el cuadro se cuelan colores y formas muy interesantes. En el texto de la revista decía que nosotros también podemos aparecer en la foto, aunque no se vea nuestra imagen: los personajes de aquí están en interacción clara conmigo, hay una corriente de simpatía. Antes de hacer la toma, el chico mayor (un peregrino descamisado en un templo de la ciudad sureña de Madurai) estaba tomando fotos con una cámara mucho mejor que la mía, y me fotografió cuando yo lo fotografiaba a él. Después vio que mi atención se dirigía a los niños y corrió para colarse en la toma. Ellos hablan tamil y yo no les entendía nada, pero después nos quedamos un rato riéndonos juntos por las puras ganas de compartir.

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La noche anterior, una figura se había acercado a nuestro campamento y hablado con los camelleros del Desierto del Gran Tar, en Rajastán, India. En la mañana, Seru, este chico de unos once años, regresó con dos camellos: mientras dormíamos, se los había llevado a muchos kilómetros de distancia a alimentarlos. En sus pies, ya no calzaba sandalias, sino zapatos tenis: la figura misteriosa había sido su hermano, quien lo había buscado entre las dunas para dárselos como regalo de cumpleaños. Seru parecía muy orgulloso. Desperté cuando lo escuché llegar y me pareció todo un gran hombre del desierto. Hice esta foto desde debajo de las gruesas mantas que nos protegieron de la helada.

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Esta hermosa señora maya representa para mí la reflexión del votante. Era el día de las elecciones presidenciales en Guatemala, de septiembre de 2007. Por la mañana, habíamos estado en los centros de votación de los barrios de clase alta, donde las casillas estaban protegidas por techos permanentes, las colas eran mínimas, había grupos musicales que tocaban marimbas y a los electores, todos blancos y bien alimentados, les regalaban bebidas y galletas. En el pueblo de San Pedro Sacatepéquez, en cambio, los indígenas hacían filas de horas bajo un sol sin pausa, a pesar de que mafiosos de ultraderecha habían estado asesinando choferes cerca de ahí para desalentar la participación. La gente estaba ahí, no obstante, sin quejas, de buen humor. Y meditando su decisión.

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El Museo de Arte Moderno de Nuva York contiene varias de las obras de arte más famosas del mundo y yo no me iba a poner a enseñarles como tomar fotos de ellas. Lo que sí podía hacer era ponerles atención a los visitantes, tratar de situarlos en relación con las piezas, conectarlos. Era difícil porque la gente se coloca a distancia de lo que ve, no me daba la lente y se me colaban otros objetos y personas. Por suerte, algunos, como este chico, necesitan más cercanía. Y así lo pude retratar a una distancia peligrosamente corta de un Picasso de millones de dólares.

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Me encanta el sax y me fascina la multiculturalidad de Nueva York. Quería tomarle una foto al músico, pero no hallaba la forma de darle un toque original. Pasé un rato haciendo pruebas, jugando con la cámara y con la luz, con la esperanza de que pasara algo diferente. Entonces vi a esta pareja de origen oriental que se aproximaba. Así pude conjuntar blues con diversidad étnica: sólo subiéndolos a los tres a un rascacielos hubiera podido ser más Nueva York.

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La escena tuvo lugar en un ojo de agua en medio del desierto australiano. Quería tomarle una foto a la niña cuando vi que Vincent, un videoasta ítalo-australiano, y otro chico aborigen tuvieron la misma idea. A la pequeña le salió la modelo innata y posó como si estuviera en un estudio profesional. La imagen me transmite dulzura por unas tardes muy divertidas que pasamos con estos niños de un campamento arrernte de Alice Springs.

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Con ventanilla y buena suerte (condiciones climatológicas favorables, el panorama adecuado, un vecino de asiento dormido) se pueden hacer fotos alucinantes desde los aviones. Siempre sería mejor tener una avioneta que fuera para donde nosotros quisiéramos, pero si por alguna rara casualidad eso no es posible, hay que conformarse con lo que se tenga. Y así me salió esta foto del Centro Rojo de Australia, que uso para la portada de mi página web (éste es sólo mi blog).

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Monument Valley (en los límites de Utah con Arizona) es otro de esos lugares en que uno saca fotos impresionantes casi sin querer. Es también uno de los sitios más fotografiados del mundo. ¿Qué podía añadir yo? Seguro que no soy el primero en hacerla, pero yo nunca he visto otra foto de estos monolitos con una tienda de campaña, y me pareció que de esta forma nos da, por un lado, una idea de las dimensiones, y por el otro, la sensación de maravilla que debe provocar despertar una mañana, salir del sleeping bag y sacar la cabeza para presenciar este panorama al amanecer.

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Iba solo en un coche de ciudad, y sin querer me había metido en un camino de tierra y piedras que amenazaba con destruir llantas, chasis y todo. Me urgía llegar a la carretera, pero la ruta parecía alargarse. Además, en el fondo, deseaba que continuara el momento: los campos cultivados, el cielo clarísimo de Durango, las montañas al fondo, el ganado y las casitas: ¿dónde estaba Van Gogh, que no venía a pintar eso?

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NOTA: Hice todas estas fotos con cámaras digitales compactas, nada sofisticado (no me resigno a tener que viajar con un aparatote). Un problema de las digitales es que no reproducen bien la luz, así que a veces hay que meterles mano en la computadora. En algunas imágenes (no todas), lo hice, pero con los programas más sencillo que vienen precargados (el Preview de Windows y el iPhoto de Mac OS X), y con las funciones más básicas: ajustes de contraste y brillantez. Nada que no pueda aprender uno solo en menos de una hora.

Patrimonio en peligro

Témoris Grecko
COLUMNA “FRONTERAS ABIERTAS”
NATIONAL GEOGRAPHIC TRAVELER
Edición de diciembre de 2008
Los viajeros también podemos incidir en la defensa de los ambientes y monumentos de valor para la humanidad

El Palacio de La Alhambra, en Granada, España, es unprodigio de ingeniería: los árabes que hicieron de Al Andalus (hoy Andalucía) un gran centro de las ciencias, las artes y la tolerancia religiosa, mientras la Europa cristiana estaba sumida en el atraso y el fanatismo, estimaban el papel de los estanques y las fuentes en sus refinados diseños arquitectónicos. En La Alhambra abundan. El problema es que está colocada en un emplazamiento estratégico en la cima de un cerro, lejos de cualquier fuente importante de agua. Sin electricidad, ellos se las arreglaron para hacerla subir. Cuando fuimos a ver esta maravilla por vez primera,tuvimos que esperar varios días: no sabíamos que era necesario reservar un turno con anticipación. Algunas otras personas que trataban de entrar manifestaron su molestia y atribuyeron la demora a lo que llamaron “holgazanería de los andaluces”.

En realidad, se trata de una forma equitativa de darle un manejo sustentable al monumento. Cada mes, La Alhambra recibe a entre cien y doscientos mil visitantes, mientras que e nel siglo XIV no paseaban por sus jardines más que unas pocas decenas de personas al año. La falta de agua no es más que uno de los indicios que revelan la fragilidad del entorno, además de que sus bellos edificios ya casi tienen 700 años de antigüedad. El turismo la puede matar.

Como está ocurriendo en muchos otros sitios de la lista del Patrimonio Mundial. A los constructores de la extensa zona de templos de Angkor, en Camboya, también les gustaba hacer reflejar sus construcciones sagradas en espejos acuáticos. Sus canales son masivos: por extensión y anchura, dejan enanos los fosos que rodean los castillos europeos. Al cruzar el puente par a entrar en Angkor Wat, conté casi 150 pasos. Pero también se me acabarían las decenas para numerar los hospedajes de la vecina ciudad deSiem Reap: los turistas, sobre todo los que consideran que un hotel sin piscina no es hotel, se están acabando el aguade la región, el manto freático está descendiendo, los cimientos de los templos pierden base y podrían sufrir daños irremediables.

Para los países de América Latina, entre otros muchos, inscribir sus sitios en el Patrimonio Mundial de la UNESCO ha servido para múltiples propósitos: promoverlos como atractivos turísticos, atraer fondos internacionales para su conservación, ofrecer un motivo de orgullo para sus habitantes. A veces se olvida, sin embargo, que también deben ayudar a generar conciencia para su protección, que no deben ser utilizados sólo como imanes de dólares, euros y yenes, sino que es vital darles un manejo adecuado. Estas naciones tienen numerosos lugares en la lista tentativa del Patrimonio Mundial, es decir, en espera de ser evaluadospara entrar al grupo principal. Sólo México tiene 35. Pero laUNESCO mantiene una tercera lista, de color rojo: la de los sitios del Patrimonio Mundial en Peligro. Unos están ahí porque los amenazan desastres naturales. Otros por irresponsabilidad humana:

conflictos armados, contaminación, caza ilegal, urbanización descontrolada o desarrollo turístico abusivo. Estos sitios pueden perder su condición de Patrimonio Mundial. Esto no es sólo unavergüenza para el país que hace casi imposible que pueda inscribir otros lugares, sino que representa la pérdida de un valor para toda la humanidad.

Latinoamérica tiene cuatro sitios en la lista en peligro. El más preocupante es el de las Islas Galápagos, de Ecuador, por la enorme importancia de su diversidad biológica. No es casual que Charles Darwin haya encontrado ahí los elementos clave para fundamentar su teoría de la evolución, sin la cual todavía seguiríamos creyendo que todos los seres vivos fueron creados de un plumazo hace menos de seis mil años. La introducción de especies ajenas,la inmigración de personas y el crecimiento de las áreas pobladas, y los flujos turísticos lo están afectando.

En Chile, los pueblos fantasma de las oficinas salitreras de Humberstone y Santa Laura padecen de un fuerte deterioro. En Perú, la ciudad precolombina de Chan Chan sufre los embates del cambio climático que provoca más lluvias, inundaciones y erosión. Lo mismo ocurre en el puerto venezolano de Coro, cuyo centro histórico del siglo XVIII yXIX tiene edificios de adobe afectados por una mayor precipitación pluvial. Además, hay lugares que todavía no están en la lista roja, pero pueden llegar pronto, como el pueblo veracruzano de Tlacotalpan, dañado por la Fiesta de la Candelaria y las alteraciones urbanas.

La protección del Patrimonio Mundial implica medidas de naturaleza tan diversa como las amenazas, y los encargados inmediatos de implementarlas son los organismos internacionales, las autoridades y las poblaciones. Pero los viajeros también tenemos responsabilidades, que van desde precauciones elementales como no contaminar ni dañar los sitios, hasta colaborar en las acciones de buen manejo. Lo de La Alhambra, por ejemplo, no es holgazanería, sino equidad y además facilidad, porque se puede reservar turno  en internet. Además, a la mayoría de nosotros nos conviene porque todo el mundo tiene las mismas oportunidades de poder entrar. No ocurre lo mismo en países como Botswana o Bhután, cuyos gobiernos han decidido proteger sus delicados ambientes natural (en el primer caso) y social (en el segundo) y aprovechar al mismo tiempo la demanda para ganar dinero: ahí no va el que se forma en la fila, sino el que puede pagar los exagerados precios de sus servicios y las cuotas diarias que cobran sólo por estar en el país.

 

Carmen Aristegui me entrevistó en CNN en Español

El África de mis amores y de tantos dolores fue el tema principal de la conversación que sostuve con Carmen Aristegui. El programa fue transmitido el 27 de marzo y lo pueden ver aquí abajo en tres partes (dura 23 minutos en total).