A la venta en España a partir de hoy. Pronto, en América Latina y Gran Bretaña: mi libro “La Ola Verde. Crónica de la Revolución Espontánea en Irán”, Los Libros del Lince, Barcelona, 2010. Lo puedes pedir en línea en Casa del Libro o en la Fnac! (también puedes echarle una ojeada a mi segundo libro, Asante África, en Casa del Libro y en la Fnac)

Queridos:
En mis años de universidad, me entusiasmé con la descripción que hizo Marshall Berman de la modernidad como “un universo donde todo lo sólido se desvanece en al aire” (una frase que tomó prestada de Karl Marx). Sabía que algunas personas lamentaban haber perdido la seguridad de aquellos viejos sólidos, buenos o malos, que ya se habían ido. Pero se fueron, de cualquier manera, y las oportunidades aparentes tenían un enorme atractivo para mí. Me parecía que estábamos en el umbral de una era emocionante de oportunidades creativas en todos los campos, tiempos de materia maleable y lista para que la transformáramos con nuestras manos.
Ayer, mientras los índices de Wall Street rebotaban como una pelota de baloncesto y el abismo de la crisis global (del que nos dijeron que ya estábamos saliendo) abría otra vez sus fauces alrededor de nosotros, tuve la impresión de que Berman –y yo con él– estaba equivocado. ¿Hubo alguna vez sólidos a desvanecer? ¿No era en realidad que siempre quisimos creer que había una tierra firme a la cual sujetarnos? ¿No era todo nuestra propia creación emocional? Si nunca hubo tales sólidos, ¿qué materia podría haber entonces para transformar y construir?
Miren cómo se defienden esos peces gordos de Goldman Sachs. No se trata de ellos, claro, sino del mundo que tenemos, el mismo que ellos describieron sin darse cuenta: no hay nada sólido, sino instrumentos financieros que representan nada más que aire, aire atrapado en una enorme burbuja de burbujas, en donde lo que más importa, naturalmente, no es el amor, sino la codicia. Los tipos se defendieron tratando de lucir sorprendidos y ofendidos (tal vez realmente lo estaban), porque no habíamos entendido cuál era la realidad y ahora que finalmente nos dábamos cuenta, los culpábamos a ellos.
¿Es eso cierto?, pregunto. ¿Es eso todo lo que somos, burbujas de codicia?
Percibiendo esto y otras cosas, me he lanzado a vagar el mundo en busca de chicas y chicos materiales, de gente hecha de lo que sea que se pueda describir como materia humana. He visto mucho dolor y mucha crueldad. Hace poco tiempo me senté con una hermosa actriz keniana, quien tras haberse descrito a sí misma como cristiana renacida, de pronto se convirtió en un demonio que con ojos salvajes insistía en cuánto, cuánto odiaba a los homosexuales. También conversé con una dulce señora israelí, que me recibió en su casa para merendar con su familia, y me decía que era demasiado costoso tomar prisioneros palestinos, lo mejor sería disparar y matarlos.
Me siento bendecido por la vida, ya que también he visto el otro lado. A los judíos que se ponen entre los soldados y los palestinos, para dejarse arrestar mientras los otros escapan. Al sudafricano infectado con VIH que dejó de tomar los medicamentos que lo mantenían con vida para forzar al gobierno (con éxito) a repartirlos a todos aquellos que los necesitan. Son individuos sólidos, materiales, que iluminan nuestro mundo y nos dan esperanza.
Mi misión en este mundo, que parece una burbuja pero es muy material, es buscar gente como ésta. Encontrarla y describirla para que otros también la conozcan.
Y es aquí donde entran los iraníes. En tiempos de crisis, los pueblos se muestran a sí mismos como lo que realmente son, y lo que me enseñaron ellos impactó positivamente en lo profundo de mi corazón y en todo lo que creo. Son valientes y generosos, hospitalarios y arriesgados, e incluso se las han arreglado para unir todo lo que es divertido y épico en la lucha.
Esta revolución de 2009 fue inesperada para todos, dentro y fuera de Irán, a pesar de que, como siempre, una vez pasado el toro te das cuenta de que ya se veía venir. Hubo muchas manos en esto, locales y extranjeras, pero ellas nunca podrían haber organizado este movimiento verde de millones de personas, que de hecho carecía de líderes y era verdaderamente espontáneo, festivo, apasionado y dramático.
Tuve mucha suerte de estar ahí, fue la experiencia más importante de mi vida. Escribí un libro a partir de ello que encontró un editor entusiasta (algo a destacar en tiempos de problemas globales y miradas provincianas) en Barcelona, Los Libros del Lince.
El volumen aborda el Movimiento Verde iraní visto desde la calle. Trata de explicar los principales aspectos de la política, la cultura y la historia iraníes que ayudan a entender lo que está pasando allí. También perfila a los más importantes actores individuales y corporativos. El foco está en la gente común, sin embargo, sobre todo en las mujeres: ¿Quiénes y por qué llevan a cabo esta revolución? ¿Qué pasó en la campaña electoral y -más importante– en las semanas de batallas callejeras? ¿Cómo era estar justo ahí, donde el gas lacrimógeno te provocaba espasmos y las valientes chicas perseguían a los milicianos más endurecidos? (Y, ¿qué tal ser un periodista clandestino y sin dinero a quien las autoridades apalearían y pondrían en la cárcel si lo encontraran?)
Espero poder lograr que el lector conozca a los iraníes en gran primer plano, que los sienta y comparta la emoción de su lucha. Y traerle el mensaje que muchos de ellos me pidieron en varias ocasiones que entregara al mundo: “No somos terroristas. Somos gente normal del siglo XXI”.
Gente normal de un mundo que se sigue desvaneciendo en el aire, que pudo o no haber sido sólido alguna vez, pero en el que sin duda (y permítanme insistir en esto, ya que he conocido a algunas de las mujeres y de los hombres más fantásticos en varios países) hay una abundante cantidad de materia para que la transformemos y construyamos.
¡Que estallen las burbujas! Nosotros acomodaremos las piezas de un planeta mejor.
Con amor, Témoris
Estambul, 7 de mayo de 2010.