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La primera ecópolis del mundo

Desde las bancas en el paseo del lago artificial del Century Park, en el distrito de Pudong en Shanghai, uno no se siente en China: en lugar de la espesa contaminación de sus ciudades, grandes y pequeñas, aquí hay oxígeno y cielo azul; las avenidas son anchas, el tráfico, ligero y fluido; lo mejor es que uno no se siente atrapado entre edificios que se aprietan unos contra otros y parece que se nos vienen encima: los planificadores de Pudong se preocuparon por abrir espacios entre los rascacielos súpermodernos –las torres Jina Mao, Oriental Pearl y decenas más–, para crear frente al parque el aparador más vistoso, perfecto para admirar su belleza y sus dimensiones sin riesgo de aplastamiento visual.

Esta zona se encuentra al este del río Huang Pu y es un siglo más joven que Puxi, la región al oeste que conforma el viejo Shanghai. A principios de los 90, todo Pudong eran granjas y pastizales, y en década y media fue convertido en el distrito financiero más hermoso del mundo. Sin embargo, su diseño tiene una carencia básica: no contempló el aspecto ambiental. Ya está pesando en su entorno y, conforme aumenten sus densidades de uso, continuará el camino destructor típico de las grandes urbes. La economía china crece a un ritmo enloquecido de 12% anual, lo que significa que más o menos cada sexenio dobla su tamaño, y como su población rural está migrando masivamente, tiene previsto construir nada menos que 400 ciudades en los próximos 20 años… lo que representa 400 nuevos focos de contaminación y caos. Ésta es la tendencia mundial: en 2007, por primera vez en la historia, el número de personas que vive en el campo fue menor que el de las del medio urbano.

Este proceso multiplica el peso de la humanidad sobre el planeta: la huella ecológica (HE) de un citadino es mucho mayor que la de un campirano. La HE representa la cantidad de terreno que se necesita para cubrir las necesidades de consumo de una población y asimilar sus desperdicios, y que además se pueda regenerar. La HE se mide en hectáreas por habitante y mientras más pequeña sea, mayor es la sustentabilidad de largo plazo de esa comunidad. Actualmente, la humanidad tiene una huella de 2.18, casi un 25% más de lo que la Tierra puede producir y contener sin deteriorarse, de lo cual derivan el calentamiento global y muchos otros cambios menos publicitados. Si queremos tener casa en el futuro, tendríamos que alcanzar una huella ecológica promedio de 1.8 hectáreas por habitante. En México, tenemos una HE nacional promedio de 2.6 (casi un 50% de abuso), pero esto aumenta en las áreas urbanas y en la de Monterrey es de 17 hectáreas por habitante, obviamente muy lejos de toda sustentabilidad: si todos los habitantes del globo viviéramos como los regiomontanos, necesitaríamos más de nueve planetas para sostenernos sin romper los equilibrios (y casi cuatro mundos si lo hiciéramos como los chilangos –la HE de la Ciudad de México es de 7).

La HE de Estados Unidos es de 9.57, la huella nacional más alta del mundo (¡sorpresa!), y le siguen como grandes gastadores Emiratos Árabes Unidos (8.97), Canadá (8.56), Noruega (8.17) y Nueva Zelanda (8.13). China, por lo contrario, sólo tiene una HE de 1.36 hectáreas por habitante, pero eso se debe a que su población sigue siendo mayoritariamente rural y a su bajo nivel de consumo. El problema es que esto está cambiando a un ritmo tan rápido como el de su crecimiento económico, 300 millones de campiranos se convertirán en citadinos en las dos próximas décadas y la mayor parte de los chinos, en general, se harán más ricos. La HE de un habitante de Shanghai es de 7 hectáreas por habitante, es decir, tiene un abuso de casi 300%. Y va para arriba.

La búsqueda de una solución llevó al gobierno de Beijing a planear en una isla fluvial al lado de Shanghai la construcción de una nueva ciudad a partir de cero. Será autosustentable, limpia, devota del reciclaje y del transporte público, basada en energías renovables y orientada a alcanzar una casi milagrosa huella ecológica de sólo 2 hectáreas por habitante, apenas 10% arriba del promedio global necesario (que sería compensado por la baja HE del campo): la primera ecópolis del mundo.

Éstos son los primeros párrafos de mi artículo sobre Dongtan, la ecópolis china que publica la revista Quo en s edición de noviembre. A la venta en locales cerrados y kioskos.