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Avatar today and always

I just watched “Avatar”. I loved it. I’ve always been a (good-) SciFi fan, but of course, the futuristic/out-of-this galaxy setting and the amazing special effects are not the main reason for this. It is the story’s context. Which has always been taking place in history: enviromental aggression, indigenous peoples abused by the powerful. Just as a token, take a look at this comparison with Chevron’s practices in the Amazon. No news here. 

No wonder Marina Silva, a very interesting Brazilian presidential female candidate, who was born in the jungle, feels identified with James Cameron’s script. The good boys win, of course –this very-expensive production was definitely not designed to be a box office failure. But it comes as a sad prophecy: in year 2154, we will have destroyed Earth so badly that we will be desperately looking for other planets and peoples in the Universe to exploit and bulldoze and expell and submit. No news here, either. Is that so much in our (human) nature?

Samba y favela en Rio de Janeiro

Al final de la rua Farme de Amoedo, frente a la ventana del apartamento donde me alojo, se levanta abruptamente una pared de roca sólida en ángulo de 90 grados. Sólo la densa cubierta de árboles parece alterar su verticalidad. Veo que a unos sesenta metros de altura abundan las casas. Pero en el mapa no aparecen. Incluso ahora mismo puedo observar un ancho edificio, con una pata larga y fea que cae por el costado del morro hasta Ipanema, y que contiene un par de ascensores que un día funcionan, otro no. Los tres planos que tengo sólo muestran como una mancha gris el cerro donde sé que está la favela de Cantagalo, ¡he estado ahí! Desde aquí es normal escuchar música, gritos de niños que juegan y algunos disparos allá arriba, donde los cartógrafos decretaron que no hay nada.

El barrio de Arpoador tiene la forma achatada y trapezoidal de la punta de una flecha que se ha estrellado contra una roca. A su izquierda y derecha, las playas más conocidas del mundo, Copacabana e Ipanema, se inclinan hacia tierra firme formando los lados de la saeta, cuya base es la laguna Rodrigo de Freitas. Vivir aquí es un privilegio envidiado globalmente. Los precios demuestran que el sector inmobiliario está consciente de ello. Pero algunos deben estar muy incómodo con muchos de los que viven ahí, tal vez los que hacen los mapas, acaso el gobierno o los ricos… o la sociedad carioca en general. Las cartas muestran al pormenor las calles, los comercios y hasta los números de los predios, y justo en el medio de este triángulo hedonista de bellos cuerpos, capoeira y caipirinhas, en el centro del dardo, el morro de Cantagalo, con una longitud de 940 metros y cima a 200 metros de altura, es una sombra a la que podemos culpar de comprimir el espacio habitable, estrechar las avenidas y provocar un tránsito de espanto. Dentro de ella, no se presentan vialidades entrecruzadas, nomenclatura ni algún otro signo urbano. Es sólo un borrón, como si estuviera deshabitado.

Pero Google Earth confirma que no estoy loco. Al checar las imágenes satelitales, puedo ver miles de pequeñas casuchas abigarradas entre calles, callejones, pasillos y elevadores, en un desorden que contrasta con el trazo perfecto de las grandes manzanas de Ipanema. No encuentro pretexto técnico que justifique la exclusión de los 21,000 favelados de Cantagalo, salvo que los moradores do asfalto (habitantes de las zonas pavimentadas, las clases media y alta que aprovechan el terreno plano junto al mar) los prefieren ignorar y quisieran desterrar. Los medios en general, los partidos de derecha y la sociedad conservadora insisten en denunciar las favelas (los asentamientos informales que en la Ciudad de México se llaman ciudades perdidas, en Buenos Aires, villas miseria, barrios en Caracas y chabolas en Madrid) como fuente principal de la delincuencia en el país, culpables del terror que azota Rio de Janeiro. “Crimen” es la palabra que nos viene a la mente en el extranjero cuando escuchamos la palabra favela. Lo que no nos dicen los cariocas es que el espectáculo más famoso del planeta, el que llena los sueños de millones en tantos países, le da tanto renombre a Copacabana e Ipanema y puso a Rio y al Brasil en una posición luminosa en el imaginario universal, tiene origen y esencia en la favela, está estrechamente ligado a su tradición negra y es el producto de un ejemplo fascinante de colaboración comunitaria, de esfuerzo colectivo, de reivindicación de una identidad poderosamente creativa que ha resistido con éxito las tentativas de aplastarla, desaparecerla y convertirla en una lacra del mapa cultural brasileño. Paradójicamente, la favela es el activo más importante de la cultura del Brasil.

Éstos son los primeros párrafos del mi articulo sobre favela y samba en Rio de Janeiro, que publica la revista LS (a la venta en locales cerrados como Samborn’s) en su edición de noviembre.