Por Témoris Grecko / Ramala (publicado en La Nación, de Buenos Aires. 21/sep/2011)
Se inició una semana que inyectará movimiento a un proceso que parecía indefinidamente estancado. Se supone que es de paz, pero si no, a muchos en Ramala, sede de la Autoridad Nacional Palestina, les da casi igual: “Llevamos 20 años en esto, desde que empezaron las conversaciones, y 18 años desde que se firmaron los acuerdos en Oslo”, dice Amr Abdel Nasr, un veterano miembro de Fatah, el principal partido palestino. “¿A dónde nos condujo todo esto? ¿Tenemos Estado, alguna forma de independencia? ¿Han dejado de construir asentamientos en nuestras tierras? Fue una gran trampa en la que caímos, y ahora nos están diciendo de nuevo que esperemos al diálogo. Como si esta vez sí quisieran ser serios”.
El viernes próximo, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP, un gobierno que debía ser transitorio y abrirle camino a un Estado palestino que sigue sin llegar), Mahmoud Abbas, dará un discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas, tras lo cual presentará la solicitud para ser admitido como Estado miembro de pleno derecho.
Que no prosperará: debe ser aprobada por el Consejo de Seguridad y Washington ha adelantado su veto. Regresará entonces a la Asamblea General, donde una mayoría –con la que los palestinos parecen contar– puede elevar el estatus de la ANP, que actualmente tiene el de “entidad observadora”, al que ostenta el Vaticano, de “Estado observador”: esto significaría que la ONU reconoce a Palestina como Estado, dentro de las fronteras del armisticio de 1948.
El estatus de Israel también cambiaría: pasaría entonces de dominar unos “territorios” a ser el ocupante de otro Estado; la permanencia de 500 mil de sus ciudadanos en tierra ajena sería ilegal; el encarcelamiento sin juicio de miles de civiles palestinos se convertiría en un crimen de guerra; y los enfrentamientos con las milicias palestinas serían actos bélicos.
Palestina podría ingresar como Estado en organismos internacionales, tales como la Corte Criminal Internacional, y denunciar ahí a Israel. Los dirigentes políticos y militares israelíes y los colonos israelíes en Cisjordania, muchos de los cuales nacieron o tienen parientes en otros países que suelen visitar, como Estados Unidos, podrían enfrentar órdenes internacionales de detención y verse obligados a encerrarse en Israel. Sus bienes podrían ser incautados.
El presidente Abbas ha enfrentado presiones “como nunca antes”, según sus propias palabras. Estados Unidos amenazó con que, si el palestino persiste en su empeño, suspenderá la ayuda anual que entrega a la ANP, cercana a los 500 millones de dólares. Los ministros israelíes barajan públicamente un arsenal de sanciones: desde cancelar la entrega de los impuestos aduanales que cobra en representación de la ANP, que suman alrededor de 400 millones de dólares al año, hasta desconocer los acuerdos de Oslo, que permiten que la ANP administre un 19% de Cisjordania.
“El Estado de Israel firmó los acuerdos de Oslo con la Organización para la Liberación de Palestina, que creó la ANP”, recordó Danny Ayalon, viceministro israelí de Exteriores, a una conferencia de donantes en Viena este lunes. “Israel no tendrá absolutamente ninguna obligación hacia un así llamado Estado palestino”.
La inteligencia israelí, sin embargo, y potencias occidentales han advertido que sanciones extremas dejarían a la ANP sin presupuesto y provocarían su derrumbe, lo que forzaría a Israel a reconquistar las ciudades palestinas y provocaría un retorno al caos y el terrorismo. El diario israelí Haaretz reportó que, pese a las amenazas que han lanzado sus diplomáticos, el propio presidente Barack Obama advirtió que si Israel “suspende la cooperación de seguridad con la ANP sólo se estaría hiriendo a sí mismo”.
Los palestinos no parecen tan asustados. El lunes, tras su arribo a Nueva York, Abbas advirtió que se aproximaban “tiempos difíciles” para su pueblo. Una encuesta publicada el domingo indica que un 84% de los ellos apoya la solicitud ante la ONU, a pesar de que un 90% y un 87% creen que esto provocará “reacciones rigurosas” de Israel y de Estados Unidos, respectivamente.
“No nos pueden pedir que sigamos creyendo, quieren que les tengamos fe a las piedras”, explica Tarek Yusuf Salah, alumno de derecho de la Universidad Birzeit.
Los diplomáticos palestinos se han quejado de que, para persuadirlos de olvidarse de la ONU, los estadounidenses les presentaron un proyecto de declaración que parecía una burla: no mencionaba los asentamientos israelíes ni el futuro de Jerusalén y de los refugiados, e incluía la exigencia de reconocer a Israel como Estado judío.
Sobre el campo, la tensión se incrementa. Los palestinos han convocado a una campaña de protestas para apoyar la solicitud de membresía. La plaza Al Manara, centro geográfico de Ramala, es escenario de eventos que hasta el momento parecen descoordinados y espontáneos: grupos de mujeres, de estudiantes, de trabajadores o de militantes de Fatah aparecen por alguna de las calles y celebran pequeños mítines que, aunque alteran el tráfico, reciben el apoyo a bocinazos de los conductores.
Se ha convocado a manifestaciones en los centros urbanos palestinos para el miércoles por la mañana, y el viernes por la tarde, mientras Abbas habla ante la Asamblea General, habrá actos masivos.
En otras partes de Cisjordania, se suceden pequeñas escaramuzas con colonos israelíes, como la que ocurrió el viernes en la aldea árabe de Qusra. Un grupo de israelíes extremistas penetró en la población y, en el enfrentamiento resultante, uno de sus miembros fue herido de arma blanca, a lo que respondió disparando contra su rival. Ambos sobrevivieron.
Son sólo los primeros vientos que anticipan una tormenta muy anunciada.
El ejército israelí filtró a la prensa un documento en el que se dice que está entrenando y armando a los comités de seguridad de los colonos para que enfrenten ataques palestinos, y que se han establecido dos líneas virtuales alrededor de los asentamientos: si los manifestantes cruzan la primera, serán atacados con gases lacrimógenos, granadas de aturdimiento y “agua de zorrillo”, un líquido extremadamente apestoso que se rocía con cañones sobre la gente.
Si pasan la segunda, les dispararán en las piernas.
Los colonos, por su parte, han difundido fotos en las que realizan ejercicios de confrontación: jóvenes armados simulan darles palizas a otros disfrazados de palestinos.
Las marchas han comenzado ya, sin embargo. Hasta el momento, sin víctimas: el sábado, mujeres árabes y otras judías realizaron una protesta conjunta en el control de Qalandia, una especie de puesto fronterizo entre Jerusalén y Ramala. Las fuerzas israelíes se limitaron a cerrar el paso para evitar que los dos grupos se reunieran. “Es la primera manifestación en tres años de la que no regreso sofocado por el gas lacrimógeno”, festejó el estudiante Salah.
Nadie espera que se mantenga el tono en los siguientes días. Los colonos israelíes han difundido fotos en las que realizan ejercicios de confrontación: jóvenes armados simulan darles palizas a otros disfrazados de palestinos. También han anunciado que, antes que esperar a que los palestinos se acerquen a los asentamientos, serán ellos quienes marchen sobre las poblaciones árabes.
Además hay preocupación porque grupos palestinos radicales tratarán de aprovechar las protestas para provocar enfrentamientos con los colonos y los soldados. La ANP ha girado órdenes de que la policía palestina impida que sus compatriotas entren en zonas complicadas. La experiencia indica que es bastante difícil conseguirlo.
A pesar del conflicto inminente, en las calles de Ramala no se siente temor, ni por las incertidumbres del futuro, ni por la amenaza de la violencia. “Durante seis décadas nos han hecho todo lo que han podido”, señala el veterano Nasr. “¿Con qué nos van a asustar ahora?”