Por Témoris Grecko (publicado en Proceso 22/dic/2016)
“Escapé de #Alepo Oriental. – Bana”. En sólo 35 caracteres –la cuarta parte de un tweet completo-, este mensaje provocó a la vez alivio en cientos de miles de seguidores, intriga en otros y rechazo en muchos más.
En principio, no debería haber controversia: una niña de sólo 7 años, Bana Alabed, que durante tres meses reportó con su lenguaje infantil las tragedias de la población de su ciudad, con carencias, bombardeos y muertes terribles, estaba avisando que por fin había emergido del horror: gratas noticias para la generalidad de sus 350 mil contactos en Twitter.
No eran pocos quienes no lo veían así: por semanas, cientos de usuarios mantuvieron una campaña de hostigamiento contra quien manejaba la cuenta @AlabedBana, con un lenguaje agresivo porque, afirmaban, seguramente no estaba en Alepo, ni era árabe ni siquiera existía como niña, sino que formaba parte de un montaje de la propaganda occidental para engañar a la opinión pública, haciéndole creer que los habitantes de Alepo sufrían bajo las bombas de los aviones sirios, rusos e iraníes, y que se oponían a su inminente liberación.
En un longevo conflicto en el que la guerra de la propaganda se ha intensificado cada año, para otro sector la salida anunciada de Bana podría convertirse en una luz de certeza, entre oscuridades en las que ya no saben a quién creerle.
Desde que la presencia de periodistas destruyó la narrativa del gobierno estadounidense sobre su guerra en Vietnam, en los años 60 y 70, es práctica común de las potencias intervencionistas influir en la opinión pública manipulando la información. Un ejemplo es el de la invasión a Irak: en septiembre de 2003, la corresponsal senior de la cadena CNN, Christiane Amanpour, reconoció que la prensa de su país no se había apegado a sus principios de imparcialidad, y lo explicó así: “Me apena decir que la televisión y, hasta cierto punto, mi estación se vieron intimidadas por la administración (gobierno de George Bush) y su infantería de (la cadena) Fox News”, lo que “creó un clima de autocensura”. Fox News respondió: “Mejor ser vistos como la infantería de Bush que como una mujer portavoz de Al Qaida”.
De manera parecida, los vanos esfuerzos del aparato israelí de propaganda por desacreditar la información que salía de Gaza durante su ofensiva de 2014 –especialmente las imágenes de niños muertos o mutilados-, provocaron que el primer ministro Binyamin Netanyahu dejara ver su frustración al declarar que “todas las bajas civiles no son nuestra intención, sino la intención de Hamás”, que para ello utiliza “palestinos telegénicamente muertos”.
Ahora, ante el asedio y toma de Alepo, Rusia y sus aliados están aventajando a sus competidores, sostienen expertos citados en un reportaje de la agencia Reuters, con el título “El gobierno de EU pierde frente a la campaña de desinformación de Rusia” (21 dic). Una de las causas, según el investigador Clinton Watts, es que Washington “ya no tiene una organización que provea contra-narrativas, tal como hizo la Agencia de Información de Estados Unidos (USIA en inglés) durante la Guerra Fría”. Por eso, sigue el texto, miembros del Congreso de EU han solicitado la creación de un Centro de Compromiso Global que realice algunas de esas tareas.
EL PUNTO DE VISTA RUSO
Entre septiembre de 2015 y el martes 20 de diciembre, la fuerza aérea rusa realizó en Siria “más de 30 mil misiones y eliminó más de 62 mil objetivos militares”, aseguró ese mismo día el vicecomandante del Estado Mayor ruso Pavel Kurachenko.
No precisó cuántas bajas humanas provocaron esas acciones, entre combatientes ni civiles. De hecho, la postura oficial del gobierno ruso y de medios afines es que cualquier baja o calamidad ocurrida en esta guerra en ningún caso le puede ser atribuible, pues no se trata más que de fabricaciones de la prensa europea y estadounidense.
En un artículo publicado en el Centre for Research on Globalization (20-dic), un sitio web que suele replicar las posiciones de las autoridades de Moscú, y que se titula “Diez historias masivamente falsas sobre Alepo con las que los medios occidentales te han estado alimentando”, el autor Baran Hines resume las principales líneas rusas de argumentación, entre ellas:
-En la ciudad no hay “rebeldes moderados” sino sólo terroristas del brazo sirio de Al Qaida;
-Las denuncias de abusos y crímenes por parte de las fuerzas gubernamentales o de daños provocados por la aviación rusa carecen de fundamento;
-En cambio, las denuncias de abusos y crímenes de los grupos “terroristas” son sistemáticamente ocultados por la prensa occidental;
-Esos medios esconden también que en todas las ciudades que captura el ejército sirio, la población sale a festejar;
-Los mensajes grabados en video y enviados al mundo por personas en Alepo, mostrando la destrucción de los bombardeos y las muertes de civiles, especialmente niños, son fabricaciones, parte de una maniobra coordinada (esto incluye a Bana Alabad, quien, según el activista progubernamental Maythan al Ashkar ni siquiera podía hablar con él en árabe);
-También las imágenes de niños y personas víctimas de los ataques son falsas o tomadas en otros países;
-Son los rebeldes, y no el gobierno, los que han destruido infraestructuras civiles como los depósitos de agua.
La cadena televisiva RT (fundada en 2005 bajo el nombre de Russia Today, con el objetivo –según su página web en inglés- de sostener “un punto de vista ruso sobre los eventos mundiales”) es la plataforma internacional más influyente de las que dispone el gobierno ruso, además de la agencia de noticias Sputnik. Ahí fue difundida la charla que una de las colaboradoras de RT, Eva Bartlett, presentada como periodista independiente de Canadá, dio en una conferencia de prensa de la embajada siria en la ONU el sábado 10 de diciembre, en la que presentó otros argumentos:
-Los sirios están abrumadoramente a favor del presidente Bashar al Assad, como quedó demostrado por el 88% de los votos que recibió en las elecciones celebradas en medio de la guerra, en 2014, sólo en las zonas controladas por el gobierno;
-Consideró falso que la aviación hubiera bombardeado hospitales;
-Aseguró que el hecho de que una niña de nombre Aya hubiera aparecido como víctima de la violencia en dos reportes, en meses diferentes, demuestra que esas denuncias no tienen credibilidad;
-Y cuestionó al New York Times (prensa tradicional) y a Democracy Now! (medio independiente de izquierda): “¿Cómo pueden sostener que el gobierno sirio está atacando civiles en Alepo cuando todas las personas que están saliendo de las áreas ocupadas por terroristas están diciendo lo opuesto?”
DESMENTIDOS POR UNA NIÑA
“Nos obligan a marcharnos de nuestro país, no podemos quedarnos ahí porque hay muchas bombas, no hay agua limpia, no hay medicamentos”, declaró Fatemah Alabed, mientras abrazaba a su hija Bana, en la primera entrevista que concedió al salir de Alepo, el lunes 19. En un inglés imperfecto, añadió: “Ellos incluso atacaron hospitales y escuelas”.
Las dos aparecen en un video grabado en un punto de concentración montado por la Media Luna Roja (equivalente musulmán de la Cruz Roja), a las afueras de Alepo, para recibir a las personas que son evacuadas de la parte oriental de la ciudad (donde “la gente está sufriendo por las bombas y todo, porque no hay vida ahí”), como parte de un pacto para entregarle el control total al gobierno sirio. Junto con Ghassan, padre de Bana, y sus hijos Mohammed (de 5 años) y Noor (3 años), la familia enfrentó un complicado y peligroso proceso de traslado, que fue interrumpido numerosas veces por violentos desacuerdos entre las partes: “Cuando salimos, tuvimos mucho sufrimiento porque estuvimos más de 24 horas en un autobús, sin agua ni comida”, continuó Fatemah. “Estábamos como prisioneros, como rehenes”.
La cuenta de Bana, que fue saboteada desde réplicas fraudulentas (con direcciones similares a la suya, @AlabedBana, como @AlabedBanana, @Alabed_Bana y @BanaAlabed1), llamó la atención del presidente sirio Bashar al Assad, quien declaró a la televisión danesa que sus tuits “son promovidos por terroristas y quienes los apoyan”. “Señor Assad, no soy una terrorista”, respondió Bana en Twitter, el 6 de octubre. “Sólo quiero vivir y ya no más bombardeos por favor”.
La misma existencia de Bana fue cuestionada en diferentes tonos. Cuando la niña reportó que el edificio y el departamento donde vivía fueron afectados por las bombas, el lunes 12, y añadió un tweet que decía “Mi papá está herido. Estoy llorando”, el usuario @raj_bandari replicó 20 minutos después: “Wow! Estoy llorando pero puedo tuitear; mi papá herido – está bien, déjenme tuitear. El humanismo perdido ante la propaganda”.
Nick Waters y Timmi Allen, de la web de periodismo de investigación Bellingcat, se dieron a la tarea de resolver el enigma: revisaron la descripción de su familia; el aviso en la cuenta de que no era manejada por la niña de 7 años sino por su madre; cada uno de los 580 tuits (121 seguidos del nombre “Bana” y concordantes con un lenguaje infantil; 181 firmados por “Fatemah” o “madre de Bana”; uno asignado a Mohammed, el hermanito de cinco años; y 124 sin atribución, pero, por su complejidad, probablemente hechos por Fatemah); la geolocalización de los videos que subieron a Twitter y a una cuenta de Periscope (que dio la ubicación 36º12’16” N y 37º11’09” E) y su consistencia con imágenes de los alrededores obtenidas por satélite; la disponibilidad de servicio eléctrico, a través de celdas solares; y el acceso a internet (muchos residentes en la parte oriental pudieron seguir utilizando la red celular que funcionaba en la mitad de Alepo controlada por el gobierno, la occidental; además, tanto un proyecto rebelde como iniciativas individuales establecieron conexiones por microondas hacia Turquía, con lo que montaron modestos servicios de WiFi). Además, Bellingcat verificó algunas de las aseveraciones hechas por Bana, como el bombardeo que destruyó parte de su edificio, que confirmaron con fotografías satelitales, o la alerta que lanzó Fatemah el 4 de diciembre de que se aproximaba “el ejército que seguramente nos capturará”: su barrio fue tomado ese día, efectivamente, pero la familia logró escapar a otra área.
El miércoles 14, Bellingcat publicó el artículo con sus conclusiones: Bana y Fatemah existen y dicen la verdad, pese a lo cual ambas han sido objeto de “un ataque sostenido de críticos que utilizan mentiras, desinformación y malos entendidos deliberados con el propósito de deslegitimizarlas”.
Sólo cinco días más tarde, la llegada de la familia Alabed al punto de control de la Media Luna Roja, en los autobuses procedentes del Alepo bajo sitio, terminó de desmentir a sus detractores. Pero no sólo a ellos: también confirmó que es falso que todo el mundo reciba feliz la “liberación”, que los bombardeos aéreos contra infraestructuras civiles y población no combatiente se produjeron de manera sistemática y que es espuria la acusación de que las imágenes de niños muertos fueron fabricadas.
Mientras tanto, la web Snopes.com, especializada en analizar la verosimilitud de leyendas urbanas y declaraciones de políticos, revisó las afirmaciones de Eva Bartlett, y les dio una calificación de falsas. Entre ellas, por ejemplo, la de que la aparición repetida de la niña Aya descalifique las versiones de que hay víctimas infantiles. La reportera Bethania Palma encontró no las dos Aya que mencionó Bartlet, sino tres, en momentos y lugares distintos del país, “pero son niñas distintas, por su descripción y apariencia”. Por lo tanto, concluyó, “la existencia de múltiples niñas llamadas Aya no indica un ‘reciclaje’ de víctimas ni prueba que son falsificados los reportes de violencia del gobierno sirio contra civiles. Sólo da cuenta de la popularidad del nombre Aya entre las familias sirias”.
EN MANOS DE LOS TURCOS
“Dejé mi alma ahí”, declaró Fatemah en esa primera entrevista tras salir de Alepo. “Quiero llevar mi libertad ahí, no quiero vivir como refugiada en otros países. Quiero un buen futuro para mis hijos”. Son dos deseos que parecen incompatibles. El gobierno turco le cumplirá sólo uno.
Calumniada por unos, negada por otros, seguida por cientos de miles, la pequeña Bana-estrella de Twitter se ha convertido en un activo de relaciones públicas que los líderes turcos supieron aprovechar de inmediato. En 48 horas, la niña pasó del desastre de Alepo a la dura incertidumbre del autobús, al alivio del campo de la Media Luna Roja y a las rodillas del presidente Tayyip Erdoğan: ahí los sentaron a ella y a su hermano Mohammed, con el temido gobernante dedicándoles la mirada dulce de un abuelo bonachón, frente a las lentes de los medios.
Bana, quien puso en evidencia a quienes la acusaban de ser un instrumento de la propaganda, terminó siendo utilizada como tal. “Gracias por apoyar a los niños de Alepo y ayudarnos a salir de la guerra”, le dijo a Erdoğan, con la voz dulce que conocen sus simpatizantes y que captaron bien los micrófonos. “Te quiero”, expresó mientras el político apretaba tiernamente a ambos niños contra sus mejillas y una cámara disparaba con velocidad de ametralladora. El video de 15 segundos y varias fotografías fueron reproducidos de inmediato por las cuentas oficiales de Erdoğan y de los ministerios turcos, y por la de @AlabedBana, con un mensaje postrero: “Muy feliz de reunirme con el Sr. Erdoğan. – Bana #Aleppo”.