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Siria, Foley, Estado Islámico: Mensajes del terror


Témoris Grecko. Publicado en Proceso del 6 de septiembre de 2014.

Shirley Sotloff, la madre del periodista estadounidense Steven Sotloff, lanzó el 27 de agosto una súplica a los captores de su hijo para que se abstuvieran de cumplir su amenaza de ejecutarlo: “Quiero lo que toda madre quiere: vivir para ver a los hijos de sus hijos. Les ruego que me concedan esto”.

La milicia yijadista autodenominada Estado Islámico (EI) no estaba escuchando: apoyándose en el hashtag #StevensHeadInObamasHands (la cabeza de Steven está en las manos de Obama), trataba de magnificar el impacto emocional de su serie de ejecuciones de prisioneros y de trasladarle la culpa a la Casa Blanca, para elevar así el costo político a pagar por el presidente Barack Obama.

Sus manejadores de redes sociales les pidieron a sus seguidores en todo el mundo usar esa etiqueta para crear presión sobre Washington y estremecer a la opinión pública occidental, y ofrecieron 13 frases para escoger, como “si ustedes nos atacan, lo degollaremos como a una cabra” y “somos los yijadistas musulmanes, no somos vampiros pero cobraremos venganza por la gente inocente”.

El fin de ese segmento de la campaña de terror de EI llegó con el de la vida de Sotloff, el martes 2 de septiembre: EI difundió su segundo video de decapitaciones –la de Steven— para añadirlo al de la muerte del reportero James Foley, que hizo público dos semanas antes, el 19 de agosto. Y empezó otro ciclo: ahora, la cuenta atrás pende sobre David Cawthorne Haines, un trabajador para organismos de ayuda humanitaria: en cada ejecución, la de la siguiente víctima fue anunciada mostrándola de rodillas e inerme ante el verdugo.

TÉCNICAS DE CINE

No hay certeza sobre si Caines sigue vivo, sobre si Foley y Sotloff fueron asesinados juntos o por separado, ni sobre si eso ocurrió justo antes de la difusión de los videos o en otro momento. Tampoco se puede estar seguro de que el yijadista vestido de negro que afirma haberlos matado sea realmente el ejecutor: los videos no fueron realizados para documentar los crímenes con claridad, sino para provocar que el espectador se horrorice y angustie, con técnicas de cine de suspense y terror.

La intención no es mostrar algún tipo de odio o desagrado personal hacia las personas que se disponían a asesinar. Para Estado Islámico, el valor de las vidas de los periodistas se reduce al de servir como vehículos de un mensaje.

Aunque conocidos por su apego a normas y actitudes propias del oscurantismo medieval, los integrantes de EI también destacan por su hábil y decidido abrazo de las técnicas de comunicación más modernas. Como otros anteriores, los dos videos tienen una factura profesional que se apoya en símbolos poderosos: sus prisioneros están vestidos con uniformes de color naranja, como los de los presos de la prisión de la base estadounidense de Guantánamo; Foley y Sotloff deben pronunciar discursos que aprendieron de memoria; el hombre con el rostro cubierto que se presenta como verdugo habla pausadamente, también con oraciones previamente estudiadas y un acento que lo revela como originario de Londres.

Para matarlos, no utilizan los métodos lentos y dolorosos que serían elegidos para enemigos a los que se aborrece, como quemarlos vivos o torturarlos lentamente hasta la muerte, sino uno que a pesar de ser veloz, es visualmente impactante: la decapitación, tras lo cual se exhibe la cabeza cercenada del sacrificado.

En cada caso, hay una secuencia faltante: la del acto mismo de cortarles el cuello con el pequeño cuchillo que sostiene el ejecutor en la mano. Podrían estarlos manteniendo en reserva para mostrarlos posteriormente y maximizar resultados.

DOSIS ESPACIADAS

En su intento de salvar a su hijo, Shirley Sotloff quiso conmover a Abu Bakr al Baghdadi, el líder de EI y autoproclamado califa, mostrando sensibilidad hacia su fe religiosa y explicándole que la cabeza de Steven no podía disuadir a Washington de continuar sus ataques contra EI en Irak, donde los yijadistas han puesto en jaque a las autoridades del país: “Desde que Steven fue capturado, he aprendido un montón sobre el Islam. He aprendido que nadie es responsable por los pecados de otros. Steven no tiene control sobre lo que hace el gobierno de Estados Unidos”.

Estado Islámico escogió administrar el dolor en dosis brutales pero espaciadas: el primer golpe, sobre Jim Foley, estremeció a toda la comunidad de periodistas por inesperado, sádico e inapelable, y al mismo tiempo, la sumergió en la angustia del castigo que viene y no parece posible detener: la presentación de Sotloff en el mismo uniforme que Foley, igualmente atado y de rodillas, y el anuncio de que pronto correría la misma suerte.

El efecto se ha sentido en el mundo occidental casi con tanta fuerza como en la patria de los inmolados. En particular, en el gremio directamente afectado (el de los periodistas independientes o freelancers), estos espectáculos han tenido un profundo impacto: entre quienes cubren eventos en Medio Oriente, casi todos han pasado por Siria y conocían a Foley en persona o a través de amistades mutuas, y habían estado involucrados en la campaña para pedir su liberación desde su secuestro, en noviembre de 2012 (muy pocos sabían de los casos de Sotloff y de Haines porque las familias habían decidido mantenerlos en secreto, con la esperanza de facilitar su liberación).

No pocos de ellos han sido también víctimas de secuestro en Siria o están emocionalmente próximos a alguien que lo fue.

PRÁCTICA MORTAL

“No he podido dejar de preguntarme cómo vamos a hacer para seguir trabajando en Siria”: con esta frase, una experimentada periodista italiana resumió, en un foro privado de reporteros que cubren la guerra civil en ese país, en Facebook, las inquietudes del gremio en el aspecto práctico, más allá del duelo colectivo por Foley y Sotloff. “No puedo imaginarme regresando a Siria. Ni ahora ni en el futuro inmediato. Pero me sigo sintiendo comprometida. ¿Cómo mantenemos la historia caminando?”

El trabajo periodístico en Siria se ha visto duramente afectado por el deterioro de las condiciones de seguridad en los años recientes. A los riesgos de ser víctima del disparo de un francotirador o de una explosión durante un ataque aéreo, que se asumen como gajes del oficio, se sumó otro que con los meses empezó a ser percibido como más grave y doloroso, y que ahora, con las ejecuciones grabadas en video, alcanza niveles de espanto: el de ser secuestrado.

Desde el otoño de 2012, los raptos se hicieron cada vez más frecuentes (este colaborador de Proceso fue víctima de uno en enero de 2013; el Comité para la Protección de los Periodistas estima que el número de colegas cautivos en este momento es de por lo menos 20) y forzaron una marcada disminución de las incursiones de reporteros en Siria: para entrar, hace falta un valor que algunos llaman temeridad y otros, disposición al suicidio; y además de bravura, se requiere de una importante inversión económica para aumentar un poco las posibilidades de salir con vida: hace falta pagar apoyo logístico y militar e invertir en seguros médico, de vida y de K&R (secuestro y recompensa). Sólo las organizaciones de medios de comunicación más grandes pueden enfrentar gastos de miles de dólares cada día, totalmente fuera del alcance de medios medianos y de periodistas independientes.

Los asesinatos de Foley y Sotloff estuvieron precedidos por casi dos años de cautiverio, torturas físicas y destrucción psicológica. Como nadie quiere ser el siguiente, serán muy pocos –si alguno— los que retornen a Siria. La confianza en los periodistas del país no es muy grande porque se tienen dudas sobre la tendencia de sus informaciones (muchos están ligados a los bandos en pugna) y sobre la calidad de su trabajo, pues en su mayoría no son profesionales y fue sólo a causa de la guerra –por compromiso político o por necesidad económica— que empezaron a realizar tareas informativas. Además, ellos también están en riesgo.

Pero puede ser la única alternativa por el momento, como señaló, en el largo debate que se abrió en el foro privado, un fotógrafo bosnio: “Tendremos que dar un salto de fe hacia los periodistas sirios, combinado con un minucioso trabajo de verificación –en la medida en que lo permitan las circunstancias, que no es mucho—. No veo otra manera de reportear, excepto la práctica de siempre, que resulta mortal”.

EXPLOTACIÓN DE FREELANCERS

Foley y Sotloff eran periodistas independientes, un sector del periodismo que ha ganado presencia en los años recientes. Hoy se reconoce que ellos se encargan de llevarle al mundo gran parte de la información que recibe: en la medida en que las agencias y los grandes medios han reducido su presencia en el extranjero, debido a los cambios tecnológicos y las dificultades financieras, los también llamados freelancers han llenado los espacios que quedaron vacíos y “han reportado la historia con una determinación que los viejos medios raramente han podido igualar, incluso durante los días de oro en que las organizaciones de medios podían pagar corresponsales y oficinas alrededor del mundo”, escribió Martin Chulov, del diario The Guardian (21 de agosto).

El problema es que, con presupuestos pequeños, sin seguros ni respaldos institucionales, y a veces sin preparación adecuada, los independientes están más expuestos: “hay más oportunidades para aquellos que se atreven a enfrentarlas pero también les ha permitido a los medios abdicar de sus responsabilidades” hacia los periodistas, dice Chulov, incidiendo en otro debate reabierto por los videos de las ejecuciones. “El precio de esta negligencia se ha pagado en los calabozos del norte de Siria. El colapso de Medio Oriente es una de las historias más importantes de nuestro tiempo, tan significativa a nivel global como el fin de la guerra fría. Demasiados medios lo están cubriendo a través de la explotación” del trabajo de los freelancers.

MENSAJES VÍA DECAPITACIÓN

Sus vidas fueron apagadas brutalmente cuando James Foley tenía 40 años y Steven Sotloff, sólo 31. Y en lo que amenaza con convertirse en un ritual, el supuesto verdugo sacudió al arrodillado David Cawthorne Haines, también vestido de naranja, y anunció su próxima ejecución. Casado, tiene 44 años, una hija de 17 y otra de apenas 4. Para los trabajadores de ayuda humanitaria, otro gremio expuesto a la violencia de EI, el temor de convertirse en participantes forzados de los circos romanos de EI se hace realidad.

Cortar cabezas de inocentes es la forma de comunicación elegida por Estado Islámico. En un análisis del 27 de agosto, la agencia privada de inteligencia Stratfor concluye que con el primer video, el de Foley, EI envió los siguientes mensajes:

No jugamos con sus reglas. Lo que estamos dispuestos a hacer no tiene límites.

El maltrato que han sufrido los prisioneros musulmanes en Guantánamo no es gratuito.

El que no tengamos límites no significa que no podamos ser sofisticados. Podemos serlo tanto como los occidentales. Escuchen el acento británico de nuestro verdugo. Y podemos producir cortometrajes como si fueran de Hollywood.

No somos como los capos de la droga en México que suben videos de decapitaciones para dirigirse a una comunidad limitada, la que está en el área bajo su control. Es por esto que el mundo en general apenas si sabe de ellos. Nosotros, en cambio, estamos llevando un mensaje global: Queremos destruir a todos ustedes en Occidente y a todos en el mundo musulmán que no acepten nuestra versión del Islam.

Triunfaremos porque no tenemos escrúpulos y porque somos los únicos que tenemos acceso a la verdad de que cualquier cosa que hagamos está bendecida por dios.

 

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