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Irak-Siria. Ya hay califato… dice el califa


Publicado en Proceso / 20 de julio de 2014

El mes de junio terminó dejando tan boquiabiertos a los musulmanes como al resto del mundo: el 29, después de importantes victorias militares, el grupo terrorista Estado Islámico (EI, antes Estado Islámico de Irak y al Sham) aprovechó el primer día del mes sagrado del Ramadán para informarles a todos los fieles, líderes, presidentes y reyes del Islam que el califato había sido reinstaurado, que su comandante, Abu Bakr al Baghdadi, se había convertido en el soberano, y que todos tenían que escoger entre someterse a él o ser declarados traidores a la religión y enfrentar las consecuencias. El viernes 4 de julio, al dar el sermón más importante de la semana, en Mosul, el ahora llamado califa Ibrahim, solemnizó: “Soy el líder que preside sobre ustedes”.

Su objetivo declarado es seguir “derribando fronteras”, como ya hicieron con las de Siria e Irak, para incorporar todos los “territorios musulmanes” a los dominios del nuevo Estado, lo que en principio va desde India y Siberia hasta España y el centro de África, pues, declaró Baghdadi, si los fieles lo siguen, “conquistarán Roma (no se refiere a la capital italiana sino a los dominios de su imperio) y poseerán el mundo, inshallah” (si dios quiere).

Después de haber humillado al ejército de Irak en las semanas previas, sus tropas lo derrotaron dos veces en su intento por recuperar una de las ciudades más importantes, Tikrit. A pesar del desastre, mientras las tropas se retiraban de ahí, el martes 15, en el parlamento los partidos cumplían tres semanas sin ponerse de acuerdo para nombrar primer ministro y, ese mismo día, apenas habían conseguido designar líder del parlamento.

El fraccionamiento de Irak y la consolidación del califato tendría un impacto inmenso para Siria (parte de la cual también está bajo control de EI) y todos los países de la región, pero también más allá, como declaró el portavoz del ejército iraquí, Qassim Atta, el 30 de junio: “Es un mensaje no sólo para la región, sino para el mundo. El mensaje es que Estado Islámico se ha convertido en una amenaza para todos los países”.

Las implicaciones se dan a muchos niveles: si por un lado aumenta el poder y el prestigio del yijadismo (el movimiento de quienes hacen la yijad o guerra santa), al punto de poner en cuestión la legitimidad de cualquier gobierno o autoridad que no se someta al califa (lo mismo el rey de Arabia Saudí que el presidente de Turquía o el Gran Mufti de El Cairo), también se abre un conflicto franco entre la miríada de grupos yijadistas, que hasta hace apenas un año sólo tenían a Al Qaida como referencia indiscutida. “El califato significa que todos los musulmanes del mundo deben jurar obediencia a un califa. Esto significa que (el líder de Al Qaida, Ayman al) Zawahiri tiene que someterse a su discípulo, Baghdadi”, dice Abdelramán al Hajj, miembro de la Coalición Nacional Siria. “Es una declaración de guerra contra Al Qaida”, cierra Charles Lister, especialista en yijadismo del laboratorio de ideas Brookings Institution.

LA MUERTE DE SYKES-PICOT

El califato (del árabe khilafat: sucesión) no es sólo una forma de gobierno. Es la única legítima, según la doctrina islámica. El califa es el sucesor del profeta Mahoma, la autoridad suprema tanto en política como en religión, en asuntos civiles como morales. A lo largo de los siglos, los más poderosos imperios musulmanes reclamaron el título hasta que el último, el Otomano, fue disuelto para crear la república turca en 1923.

Desde entonces, muchos ideólogos han asociado la decadencia de la umma (comunidad o nación islámica) a la ausencia de un califa que la unifique y lleve por el camino de dios, por lo que la restauración ha sido un objetivo de numerosos movimientos, lo mismo marginales, como el yijadismo, que de masas, como Hermanos Musulmanes.

La declaración fue antecedida por un video titulado “El fin de Sykes-Picot”, en referencia a un pacto secreto entre Francia y Gran Bretaña (después revelado por los bolcheviques) por el que esas naciones se repartían los territorios otomanos como zonas de influencia de las que cada cual podría sacar provecho económico y político. El hecho de que hayan trazado los límites de manera arbitraria, de acuerdo a intereses propios y sin tomar en cuenta la repartición de las etnias y las sectas religiosas, ni los accidentes geográficos, es considerado como uno de los orígenes del caos de Medio Oriente y es motivo de agravio para los pueblos del área, especialmente musulmanes.

Apropiándose de ese descontento, en el video, un miliciano de EI muestra los montículos de arena construidos para marcar la línea de Sykes-Picot sobre el desierto, entre Siria e Irak, y las brechas que sus compañeros han abierto para que pudieran pasar los vehículos militares que arrebató al ejército iraquí, donados originalmente por Estados Unidos. “Ésta no es la primera frontera que rompemos, y romperemos otras fronteras”, dice el joven, con una barba muy crecida, tan ancha como larga, y agradable sonrisa infantil.

No le hace falta gritar ni actuar de manera agresiva: conduce al espectador por un puesto militar conquistado, muestra insignias de batallones iraquíes “que abandonaron al escapar de aquí, cobardes”, y se detiene frente a los pesados transportes blindados Humvees, de fabricación estadounidense: “Miren cuánto gasta América en combatir el Islam, y todo acaba en nuestros bolsillos”. Después de mostrar a una docena de cautivos, cuyo destino es ominoso a la luz de las ejecuciones masivas de prisioneros, concluye: “No hay ejército en el mundo que pueda resistir contra los soldados del Islam”.

EL SECTARISMO DE MALIKI

A un mes de que EI tomara Mosul, la segunda ciudad del país, el gobierno iraquí seguía sin poder organizar una respuesta eficaz y su ofensiva de dos semanas sobre Tikrit no lograba arrebatarle la ciudad a EI. El primer ministro, el árabe chií Nouri al Maliki, había logrado que bandos rivales se unieran para acusarlo del caos, por las políticas sectarias que aplicó en sus dos periodos y que provocaron indignación entre los árabes suníes y los kurdos.

Con milicia y territorio propios en tres provincias del norte, y reforzados tras haber ocupado la ciudad petrolera de Kirkuk (después de que el ejército iraquí la abandonó ante la ofensiva de EI), los kurdos han declarado su intención de separarse: “Todo lo que ha pasado recientemente confirma el derecho del Kurdistán a la independencia”, declaró su presidente regional, Masud Barzani, en una entrevista con la BBC, el martes 1; el jueves 3, le pidió al parlamento regional preparar un “referéndum de autodeterminación”. “A aquellos que rompan la bandera iraquí, los aplastaremos con nuestros zapatos”, había dicho el primer ministro Maliki, el día anterior.

Entre los suníes, el descontento ha creado el campo fértil para el discurso de EI y varias de sus milicias (como la Orden Naqshbandi, formada por Izzat Ibrahim al Douri, quien fue mano derecha de Sadam Husein) y tribus luchan a su lado. En las sesiones parlamentarias de los martes 1, 8 y 15, las primeras desde las elecciones generales del 30 de abril, y en las que debía designarse un primer ministro para formar un nuevo gobierno, la determinación de Maliki de permanecer en el poder mantenía atascado el proceso. Y la guerra continúa.

APUESTA DE ALTO RIESGO

“La legalidad de todos los emiratos, grupos, estados y organizaciones queda vacía mediante la expansión de la autoridad del califa y la llegada de sus tropas a sus áreas”, declaró Abu Mohammed al Adnani, portavoz de EI, en el audio de declaración del califato, dado a conocer el domingo 29. “Escuchen a su califa y obedézcanlo. Apoyen su estado, que crece cada día”.

Adnani anunció también que su grupo, Estado Islámico de Irak y al Sham, pasaba a llamarse simplemente Estado Islámico, pues no será instaurado sólo sobre Irak y el Levante (Siria, Líbano, Jordania, Palestina e Israel), sino sobre el mundo entero. Según un mapa no oficial que distribuyen yijadistas en Twitter, el primer paso, a completarse en 2020, será integrar las “provincias” de Andalus (España y Portugal), Mahgreb y Habasha (Africa Occidental, Oriental y del Norte), el inmenso Khurasan (desde Siberia hasta Sri Lanka), Orobpa (desde Austria y Hungría hasta Grecia), el Cáucaso y Medio Oriente

Se trata del “evento más importante en el yijadismo internacional desde el 11 de septiembre”, dijo Charles Lister, un especialista del laboratorio de ideas Brookings Institution, al diario The Times (30 de junio). Por email, acepta explicar por qué y explica que esto obliga tanto a Al Qaida como a los grupos yijadistas independientes a apoyar u oponerse a un califato en el que, “en retrospectiva, podemos ver que han estado trabajando desde hace años”, que cuenta con recursos valuados en miles de millones de dólares, un “nivel casi obsesivo de burocracia” y una “coordinación político-militar controlada centralmente pero implementada localmente”. Desde que empezaron a ocupar territorios en Siria en 2013, “han desarrollado un modelo de gobernanza crecientemente eficaz, capaz de implementar al mismo tiempo una justicia medieval brutal y una variedad de servicios sociales modernos”.

Sus victorias militares y su éxito en la obtención de apoyo popular serán cruciales en su lucha por arrebatarle la bandera del yijadismo a Al Qaida, y por ahora, sostiene Lister, “la generación más joven le está dando más apoyo” a EI. Así se enfrentan dos posturas: la de Al Qaida, más enfocada al nivel local y con una idea de avances graduales hacia el objetivo (el califato global); y EI, con “un ansia por los resultados rápidos y una hostilidad total hacia la competencia”.

La declaración generó reacciones de apoyo (incluido un video de un grupo en Bélgica) y rechazo por parte de sus rivales, como Jaysh al Islam (Ejército del Islam), un grupo rebelde sirio cuyo portavoz, Abdelramán al Shami, declaró el martes 1 que “las pandillas de Baghdadi están viviendo en un mundo de fantasía”.

Ante la inequívoca exigencia de sumisión incondicional, también los aliados de EI tendrán que tomar postura, declaró a AP Aymen al Tamimi, un especialista británico en yijadismo (30 de junio): “Los insurgentes no tienen excusa para trabajar con EIIS si esperaban que compartiera el poder con ellos”.

Se trata, en todo caso, de una apuesta de alto riesgo. “No puedes declarar un califato cada semana”, escribió Yassin Musharbash, autor del blog sobre yijadismo Abu Susu. “Esto es algo que Abu Bakr (al Baghadi) puede hacer una vez y sólo una”. Si Baghdadi pierde el territorio conquistado, podrá ser visto como el hombre que tuvo y perdió el califato, desperdiciando una oportunidad para el Islam.

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