Nuestros vínculos olvidados con Marruecos
Columna Fronteras Abiertas, de Témoris Grecko
Publicado en National Geographic Traveler Latinoamérica, marzo de 2013
En los callejones, hay que buscar la sombra: aunque la brisa marina consigue, de alguna manera, introducirse en ellos y alcanzar nuestra piel, no es suficiente para aliviarnos del peso del sol.
Nos pegamos a los muros, que son azul claro por abajo y blancos por arriba, y buscamos las puertas, que en las noches se iluminan con el aceite encendido de bellas farolas y que, si tenemos suerte, estarán abiertas para darnos refugio.
No es así. Un vistazo a las ventanas, protegidas por elaborados rizos de hierro forjado, nos permite adivinar que no hay nadie que se mueva dentro de las casas, ni el aire, pues es la hora en que lo mejor que se puede hacer es la siesta.
Seguimos la ruta empedrada, encontramos palmeras, árboles de flores encendidas y algunos niños a quienes ni el calor aquieta, hasta que, bordeando la antigua muralla, llegamos a un café de paredes decoradas con mosaicos, donde, por fin, nos refresca el aliento suave del oceáno.
Vamos a ordenar bebidas. Se antoja una caña reparadora. Pero no hay alcohol en el menú: café o te. El camarero nos lo explica en árabe, no en castellano. Porque no estamos en Andalucía, en España, sino en uno de esos vestigios vivos de la desaparecida Al Ándalus que hay en Marruecos.
1492. Castilla y Aragón conquistan Granada y financian la expedición colombina que tropezará con América. Entre uno y otro actos, ordenan la expulsión de árabes y judíos, cientos de miles de almas que de un momento a otro se quedaron sin hogar. ¿Qué fue de ellos?¿Los echaron al mar? Es un tema del que los textos escolares se despreocupan.
Llegamos a Rabat, la capital del reino de Marruecos y, ¡oh!, cinco siglos después, aquí están sus descendientes. En la Medina, origen de Rabat; en Fes, en el llamado barrio Andalusí; y en el puerto de Tetuán. Con otras numerosas huellas, como en la gastronomía y la música.
Algunos querrán ver aquí la influencia “española” como otros, en España, observan la “mora”. En la época de oro de la dominación árabe de la península ibérica, sin embargo, Marruecos y España eran un mismo reino en el que se desarrollaron los rasgos culturales que hoy encontramos en Córdoba y Granada, en Rabat y en Fes y… en pueblos y ciudades coloniales de América Latina.
Raíces que nos llegan del Sahara.