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La destrucción de Tombuctú.


La gran ciudad mítica del Sáhara está perdiendo sus grandes monumentos, Patrimonio Mundial. “En nombre de dios”.

Columna Fronteras Abiertas, de Témoris Grecko

Publicado en National Geographic Traveler Latinoamérica, octubre de 2012

En el año de 1520, el gran explorador León el Africano, uno de los miles de moros expulsados de Granada tras la reconquista de 1492, le entregó al papa León X la descripción de África más detallada de la época en Europa. Ahí dio a conocer la existencia de Tombuctú, una fabulosa ciudad en medio del desierto del Sáhara, capital intelectual del oeste de África, dotada de maravillosos monumentos, como las mezquitas de Sankore, Djingareyber y Sidi Yahya, erigidas gracias a las riquezas del comercio de oro, sal y marfil.

 

Las tres sílabas del nombre de esa urbe alcanzaron connotaciones míticas y numerosos aventureros se propusieron hallarla. No para admirarla, claro está: nunca se buscó El Dorado para protegerlo, sino para saquearlo. Los ilustrados señores de Tombuctú, informados de la destrucción de numerosos lugares por los bárbaros europeos, impusieron la pena de muerte a todo aquel que lograra llegar, y consiguieron mantenerla a salvo durante casi cinco siglos hasta que, en 1893, soldados franceses se apoderaron de ella.

 

No podían imaginar, sin embargo, que el verdadero peligro para los tesoros arquitectónicos y la gran biblioteca de Tombuctú no vendría de los forasteros infieles, sino de sus correligionarios: en los últimos meses, fanáticos islamistas han conquistado a los musulmanes moderados de Tombuctú y les han impuesto una forma extrema de la sharía, la ley derivada del Corán.

 

En enero de 2011, entre las grandes dunas del Sáhara y los portentosos mausoleos y mezquitas de la ciudad, mis compañeros de viaje y yo fuimos recibidos en Tombuctú con la legendaria hospitalidad de los pueblos del desierto, de tuaregs y songhaï.

 

Nuestra presencia era, además, agradecida porque el advenimiento de las rutas comerciales marítimas, de la dominación europea y del traspaso del poder a los pueblos sedentarios del sur, ha destruido la economía regional y el escaso turismo es una de las pocas fuentes de ingresos.

 

Del mítico esplendor de Tombuctú sólo quedan los monumentos. Amenazados ahora por el extremismo religioso.

 

Por muchos años, algunos grupos tuaregs se han inconformado porque, tras la descolonización en los años 60, su territorio histórico quedó repartido entre varios países. Además, en la zona actuaban organizaciones islamistas que profesan el salafismo, una secta musulmana radical, contraria al sufismo de los habitantes, mucho más relajado.

 

El dictador libio Moamar Gadafi, que atizó con dinero y armas esta inconformidad para ganar influencia, reclutó a muchos tuaregs que se quedaron sin empleo y en peligro cuando su patrón fue derrotado, y tras escapar al norte de Mali, donde se encuentra Tombuctú, lanzaron una “lucha de liberación nacional”. Derrotaron al ejército maliense, pero no sin antes aliarse con los extremistas islámicos a quienes, en la victoria, no les costó trabajo deshacerse de los tuaregs.

 

Así, el 1 de abril, la población de Tombuctú se encontró bajo el yugo de los salafistas, que castigan el robo con amputaciones de manos y el sexo fuera del matrimonio, con latigazos y lapidaciones, y fuerzan a las mujeres a cubrirse el rostro.

 

Los fundamentalistas quieren imponer su versión extrema de la religión y eliminar todos los símbolos del sufismo, por lo que se han lanzado a destruir los monumentos de Tombuctú.

 

Como la bella puerta principal de la mezquita de Sidi Yahya, que según la tradición, sólo debería ser abierta en el “fin de los tiempos”: ahora está hecha astillas. A un lado de ella, en una puerta lateral, hice la foto que acompaña esta columna, de un imán muy sonriente, vestido de azul, que ahora debe haber tenido que escapar como decenas de miles de refugiados, si no es que ha sido asesinado.

 

Ante el llamado de la UNESCO a respetar Tombuctú, considerada Patrimonio Mundial, los extremistas respondieron que “destruiremos todo mausoleo que haya en la ciudad. Todos, sin excepción. Dios es único. Todo esto está prohibido. Todos somos musulmanes. ¿Qué es la UNESCO? Actuamos en nombre de dios”.

 

RECUADRO

La guerra civil en Siria también ha puesto en grave peligro otros importantes sitios del Patrimonio Mundial. Los ataques de la aviación del régimen contra zonas urbanas están destruyendo los cascos medievales de Aleppo y Homs. Además, hay combates en el castillo cruzado de Crac des Chevaliers.

 

 

 

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