Hablar idiomas es fundamental en nuestro tiempo… aunque a veces no sea suficiente
Columna Fronteras Abiertas, de Témoris Grecko
Publicado en National Geographic Traveler Latinoamérica, junio de 2012
Me enamoré de la francesa Marie hablándole en italiano en Tailandia. Pocas cosas aprecio más en esta vida que poder comunicarme en otros idiomas. Son la conexión a un mundo que es enormemente mayor que nuestra hermosa lengua castellana. La literatura (la poesía, sobre todo, pero también la prosa) no se entiende ni se disfruta igual cuando ha sufrido el doloroso pero con frecuencia necesario proceso de traducción. Además, cada sistema lingüístico posee características especiales que lo hacen más apto (o menos) para expresar ciertas ideas. Por eso es inadecuado trasladar literalmente una frase de un lenguaje a otro: hay que repensarla de nuevo, volver a sentirla en el marco de referencia distinto donde la queremos colocar, y así replantearla.
Los idiomas nos sirven para muchas cosas, y una muy importante es viajar. Y también nos lo hacen necesario, nos invitan a experimentar otros lugares, porque la mejor forma de aprender, consolidar y mantener una lengua es practicarla, sobre todo en una inmersión total: recuerdo una amiga querida que quería mejorar su inglés y se fue a pasar unos meses en California, con su familia mexicana: no le sirvió de nada, jamás dejó de hablar español. Una exnovia mía, extranjera, que tenía buenas bases de castellano pero hablaba conmigo y con nuestro círculo de amigos en inglés, se quedó atrás de una conocida suya que llegó a México sin entender nada, se enamoró de un mexicano que sólo hablaba un dialecto chilango, y en poco tiempo estaba manejándolo con fluidez, casi como nacida allí.
Conviene tener claro qué lenguajes vamos a necesitar en la vida antes de aprenderlos. Aunque no siempre nos saldrá bien. En Bishkek, la capital de Kirguistán, conocí a una japonesa que me sorprendió al hablarme español con acento tapatío y vocabulario de Guadalajara, México. Lo había aprendido ahí. Además de francés e inglés, porque se estaba preparando para que una agencia japonesa de ayuda al desarrollo la enviara a un país no industrializado a trabajar, y pensó que seguramente caería en un sitio donde se utilizara alguno de esos tres idiomas. Le falló. La mandaron a esa nación centroasiática donde lo que se habla es kirguís, uzbeko o ruso. ¡Mala pata!
Aunque los manejo a un nivel básico, el alemán y el francés me han servido. Y me encantan las lenguas de sonidos dulces, como el portugués de Brasil, el amárico de Etiopia (las chicas suenan como aves trinando), el farsí de Irán y el turco de… bueno, de allí. Del árabe me gustan las palabras aisladas, no la forma en que lo hablan.
Vale la pena estudiar idiomas sólo por placer, aunque parezcan menos útiles. En mi caso, varias veces me pregunté de qué me servía el italiano fuera de Italia. Pero sí que me benefició: además de que en varias ocasiones he viajado con grupos de italianos, un par de veces tuve romances en esa lengua… como el que les contaba de Marie.
Sonaba interesante: francesa y mexicano se enamoran en italiano en Tailandia. Y además era la mejor forma de entendernos. Aunque como ocurre con la democracia, puede ser lo mejor que tenemos y aún así, imperfecto. ¡Acabamos bastante mal!
La verdad, dudo que hubiera sido diferente si yo hubiese sido experto en francés… y de eso no puedo culpar a los idiomas.
RECUADRO
El inglés es más útil, lo sabemos. Y es relativamente fácil de aprender, ya que tiene una gramática simple, muchas palabras de origen latino adquiridas a través del francés, principalmente, y también del castellano. Y posee flexibilidad, al contrario del español, maniatado por academias de la lengua que se empeñan provincianamente en resistir su transformación en idioma global.
El castellano se ha ganado un lugar de creciente influencia, sin embargo. Es el segundo lenguaje en número de estudiantes extranjeros, después del inglés. Se dice que el mandarín desplazará al inglés como lingua franca planetaria debido al crecimiento chino, y que atrás de él viene el hindi. A mí me parece que no toman en cuenta la enorme complejidad de esas lenguas, sobre todo del mandarín y de su sistema de escritura. Hace falta quemar demasiado tiempo, dinero y neuronas aprendiéndolo y eso limitará su extensión.