Hace 19 años, yo tenía 19 años. Y pasé por este mismo lugar, que ahora sobrevuelo. Había estado esa noche durmiendo a la vera de la carretera, cerca de Burdeos, y, al despertarme, me había sentido bien descansado, con muy buen ánimo. Mi alimento en esos días consistía en un cuadrito de chocolate cada seis horas, para tener energía. Después conseguí que me levantara en su coche una joven pareja española que prometió llevarme hasta Madrid. Yo no podía creer mi suerte. Pero las cosas salieron mal y, en ese 1989 en el que todavía existía una frontera entre Francia y España, la atravesé de la forma más improvisada e inesperada, usando mi paraguas para hacerme pasar por un tráiler, soportando una helada tormenta en la cordillera de los Pirineos, sin mostrar el pasaporte y, literalmente, de mojado (ver la historia aquí).
Hoy, viajo en Delta. “Pago mis impuestos, tengo pasaporte”, cantaba Sabina. El vuelo de Atlanta a Barcelona siguió una ruta que no esperaba, entró desde el Atlántico Norte por Burdeos y ahora veo los lagos de los Pirineos y las aldeas andorranas 10 mil metros abajo. No tengo frío ni nada húmedo. Una hermosa australiana toma mi mano. Tampoco dormiré en la calle: nos reservaron una habitación en el Grand Marina Hotel del World Trade Center barcelonés, en el puerto. Su página web presume que se trata de uno de los 500 mejores hoteles del mundo, según la revista T&L. Y en uno de sus salones montarán un cocktail en mi honor el jueves por la noche, para entregarme el Premio Eurostars de Narrativa de Viajes que conceden la Universitat de Barcelona, Eurostars Hotels y RBA Libros.
Con gusto, vamos a dejar que nos consientan. A pesar de ello, me sigo sintiendo mucho más cercano a mi yo de 19 años, el de hace 19 años, que a cualquier vecino de habitación que podamos tener. He cambiado, pero me parezco a mí en muchos aspectos. En Barcelona nos encontraremos con nuestros amigos Marzia y Edmundo, que por casualidad estarán ahí al mismo tiempo para iniciar su viaje de seis meses a India. No van a hoteles de mil estrellas, sino a buscar el techo que les pueda ofrecer ese país. Como yo hace tres años. Fue duro, pero me da tanta nostalgia. Y ganas de repetir. A fin de cuentas, mi hermano tuvo razón cuando me dijo no muy en broma que: “Está genial que duermas en uno de los 500 mejores hoteles del mundo. Porque, de los 500 peores, ¡seguro que varios conoces!”
WOW!!! , pero sobre todo muchas felicidades por este premio, resultado de tu trabajo y sobre todo de tu disfrute 🙂 porque estoy segura que en tu vida, en realidad, ha sido siempre un viaje.
Ahora caigo en sentimentalismos y lo único que puedo decirte es que me siento haaarto orgullosa de tener un amigo con tantos logros y que con mucha valentía, me atrevo a decir, se ha decidido a vivir la vida como la ha querido.
Un beso y un gran abrazo.
Tania
Témoris,
tu relato me devolvió a la primera vez que el Instituto Austríaco para América Latina y el Ministerio de Exteriores de Austria me invitaron para coordinar una sesión de trabajo en un Networking Europa Centrooriental y América Latina. Entonces me alojaron en un lujoso hotel del centro de Viena y recordé cómo, más de dos décadas y media atrás, por poco termino en la cárcel en mi primera visita a Viena por tratar de dormir en la calle ya que mi escaso presupuesto universitario se estaba acabando. Entonces sentí los mismos sentimientos que pude interpretar de tu texto.
De nuevo mil felicidades por el premio, que vengan más y que lo disfruten allí en Barcelona.
Un abrazo,
Domingo
Me sumo las personas que se sienten orgullosas de tenerte como amigo. Eres un gran hombre no solo por los logros que has tenido sino por la gran persona que eres.
recibe un cálido abrazo.
Hace 19 años yo pasaba horas hablando por teléfono con tu madre, siguiendo cada paso de tu viaje a través de su plática imaginaba cómo recibirias la noticia de la llegada de quien ahora tiene 19 años y las mismas ilusiones que tu entonces, veo con ánimo que esa pasión por lo que uno ama hacer no muere con el tiempo, se fortalece.
Un abrazo fuerte
Ely